"No quiero hacerme azúcar" | Binomio fantástico




Se encontraban en el mismo cuarto viejo. No había nada más que una cama y una especie de cocina improvisada al lado de una ducha diminuta. La pintura blanca amarillenta de las paredes se caía de trozo en trozo y la humedad teñía las esquinas superiores de un negro enfermizo. Él la sostenía por las muñecas, mientras la veía detenidamente. Llevaban más de dos meses viviendo en el mismo cuarto y ella aún no podía verlo a los ojos. Él siempre le preguntaba qué le ocurría y ella se limitaba a bajar su cabeza y decirle "no quiero hacerme azúcar". Al escuchar la misma frase de siempre, él le dijo que dejara las excusas y que cerrara la boca finalmente. Le quitó la envoltura y finalmente hizo lo que dijo que haría desde el día en que la tomó de la tienda de golosinas. Ella soltaba pequeñas lágrimas de caramelo y él le tapaba la boca con tiras de dulce ácidas. La tenía atada con regaliz. Él seguía acariciándola y tomando partes de su dulce, ella no paraba de hacerse azúcar. Finalmente, terminó de comérsela y abrió los ojos. El caballero, entre tanta azúcar, dejó su osito de goma y su malvavisco. Se disponía a salir de nuevo a aquella tienda de golosinas que no estaba tan lejos de allí y ver si esta vez conseguía una paleta o una barra de chocolate nuevas... mejor si era una que no llorara demasiado caramelo porque no quería hacerse azúcar. 



Tal vez yo tampoco quiero hacerme azúcar, quizá no quiero ser más su golosina.



Comentarios

  1. Me parece muy ingenioso utilizar los dulces, a los que se les atribuye sentimientos positivos e inocencia, para personificar algo tan oscuro, en este caso, un abuso.

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